Por fin después de 37 semanas de espera, le pude dar la bienvenida al mundo a las dos personitas que tanto imaginé y deseé.
Después de un mes de conocerlas, puedo decir que María y Jimena son el regalo más increíble que me ha dado la vida y la muestra más grande de que los milagros existen. A pesar de las expectativas, llegaron a la semana 37 pesando más de dos kilos cada una.
Hoy agradezco que al ser un embarazo gemelar, los doctores fueron muy precavidos, quizás hasta exagerados. Pero gracias a estas precauciones y a monitoreos constantes, María, que a partir de la semana 28 no estaba creciendo como debía, logró nacer fuerte y sana.
A nivel emocional, confieso que muchas veces dudé si iba a lograrlo viviendo fuera de México, sin un sistema de apoyo. Pero este primer mes he estado acompañada y apapachada.
No niego que existieron momentos en los que me sentí muy sola durante el embarazo, y sé que habrá muchos más ahora que se regrese mi mamá a México. Pero a la vez tengo la suerte de estar rodeada de personas a las que llamo mis ángeles de la guarda.
Estos ángeles son las amigas que la vida me puso en el mismo tiempo y lugar, y me hicieron pasar los últimos meses de mi embarazo acompañada.
Estas mamás, al igual que yo, tuvieron a sus bebés fuera de su lugar de origen, y que no sólo durante el embarazo sino ahora siguen contestando todas mis preguntas. Al final nos hemos convertido en cómplices de una historia similar.
Hoy gracias a estos ángeles puedo decir que este primer mes con María y Jimena ha sido mucho menos caótico de lo que yo me imaginaba. Y me ha dado la oportunidad de darles la bienvenida al mundo como yo quería, con mucha conciencia, con el tiempo para disfrutar de cada momento, con demasiada paz y un amor que ni en sueños pensé alguna vez experimentar.
Foto por Mariana Jasso