Desde que supe que estaba embarazada, sabía que quería darles leche materna a mis bebés. Ni siquiera me lo cuestioné porque sabía que la lactancia era lo mejor para ellas y que ninguna fórmula iba a poder sustituir todos los beneficios de mi leche. Además, era algo que quería hacer desde el fondo de mi alma.
Me imaginaba esos momentos de conexión tan íntimos con ellas, que aunque sabía que sería un reto con dos bebés a la vez, también sabía que como mujer yo estaba preparada para esto desde tiempos ancestrales.
Esta decisión se reforzaba con todos los maravillosos libros que hablaban de los beneficios nutricionales, neuronales y emocionales para el desarrollo del bebé.
Yo soy fiel creyente de que la mente es absolutamente poderosa, así que todas las mañanas declaraba como parte de mi ritual que yo sería una “vaca lechera”. Me imaginaba esos conductos llenos de leche y hasta hacia planes de cómo amamantaría en público.
Cuando me enteré que venían dos bebés en camino, los doctores me decían que generalmente la producción de leche para dos quizás no iba a ser suficiente, pero me documenté y supe que varias mamás de gemelos habían logrado alimentarlos con esfuerzo, pero sin problemas. Así que decreté todos los días, como decreté que mis bebes iban a llegar a la semana 37, que así fue, que iba a poder darles pecho a María y a Jimena.
Quizás pedí demasiadas cosas al universo, pero por suerte mis bebes si llegaron a la semana 37. Desafortunadamente pasados los tres meses y medio de vida de mis hijas, estuve lejos de ser una vaca lechera. Quizás también la naturaleza fue muy sabia, a 10 días de haber dado a luz, ya había perdido todo el peso del embarazo, a los 20 días estaba en los huesos. Literalmente parecía un esqueleto viviente. María y Jimena estaban consumiendo cada parte de mi ser. Pero yo seguía firme en que si yo no perdía la calma y les permitía alimentarse literalmente todo el día a libre demanda, yo iba a producir mas y mas leche.
Tenía muy claro en mi mente que a mayor succión mayor producción, que la lactancia viene sin horarios y sin reloj en mano para contar los minutos en cada pecho.
¿Que me hubiera fascinado alimentar a mis hijas exclusivamente con leche materna? Si. Que hice absolutamente todo lo que estuvo en mis manos para poderles dar leche. También. Que estoy absolutamente en desacuerdo con las mamás que dan pecho y critican a las que dan fórmula o viceversa. TOTALMENTE.
Hoy he aprendido que en este tema tan delicado y emocional, la única palabra que cabe es RESPETO (me enoja demasiado que las mamás critiquen y declaren verdades absolutas como atreverse a decir que la que no da leche es porque no quiere o no se informa lo suficiente, sin tener ni la mas remota idea de lo que mamás como yo pasamos para darles a sus hijos su leche con el mayor amor y por el mayor tiempo posible).
Y pongo esa palabra en mayúsculas porque es una decisión absolutamente personal. Muchas darán fórmula por decisión, pero habemos muchas otras que no fue por elección. Hoy estoy segura que mis hijas con el amor, el cariño y el cuidado que han tenido no van a ser más o menos que un bebe alimentado con leche materna.
Que, si pudiera escoger, escogería darles exclusivamente pecho. Pero también ya escogí hacer paz mental con este tema. La maternidad es mucho mas que amamantar y presumir al mundo entero mes a mes lo gran mujer y madre que uno es por dar el pecho.
Así que dejemos de juzgar y convertirnos en nuestras peores enemigas. Dejemos de ser Mala Leches.